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FERNANDO DÍAZ SAN MIGUEL




Ilustración: Alejandro Santos

 

167, DIVINITIE ROAD


PANES Y PECES


Al principio sólo vienen estrellas, ni mariposas de colores asimétricos, ni nada. The end. Pero no he acabado: Ride the snake. Tengo la mano vacía, ni siquiera tengo líneas en las manos y esto es sólo un ensayo, vamos, que no va en serio. Luego aparecen caras que nunca he visto antes y se transforman en otras como en el vídeo de Michel Jackson. Un hombre sale de la ducha, y detrás de él sale una vaca escuálida y con cara de pena. Sale Woytila blandiendo un butafumeiro y la estatua de la libertad con unos pelos horribles. La gente y las cosas empiezan a salir cada vez más deprisa de mi ducha. Sale el ojo de Dios un poco rojo y no sé si será por el humo de Woytila, sale un desierto y las estrellas del desierto; saltan salmones ya pelados sobre la alfombrilla. Sale un borracho con una señal de tráfico al hombro. Todos salen empapados. Comienza a llover dentro de casa y entonces ya no hay diferencia entre fuera y dentro de la ducha. Pero la gente sigue saliendo. Sale Filoctetes1 que saluda con la mano, sale Roma a estas alturas, en plan Imperio, y uno con unas tijeras clavadas en la frente que viene riéndose porque se ha visto la pinta en el espejo, y la verdad es que está graciosísimo. Sale el Pato Donald, Marilyn Monroe con las tetas caídas, una banda completa de Jazz que viene tocando Amorous y uno que les persigue. Sale Hitchcock con el puro de Orson Welles y todos con los pelos mojados en la cara y el traje chorreando. Sale uno con asma crónica y sale el Papa, pero otro, un futbolista profesional y Teresa de Calcuta pasándose el balón. Qué gilipolleces ve uno en la ducha. Los hay que salen aún con espuma en el traje, sin aclarar; creo que el centrifugado no funciona, salen todos empapados. Sale uno con una moto, muy macarra. Salen y salen. Creo que voy a tener que pagar más renta con tanta gente en casa y extras por el gasto de agua: llevan varias horas saliendo de la ducha. ¡Coño!, salen los de la timba. ¡Y el Papa! Eso sí, cada vez salen más deprisa. Van follaos, esto es divertidísimo. Y una cola de chavales esperando para jugar al petaco. Sale Eva en traje de baño; salen misas, crucifijos, deidades como Polínices2, que tufa, y saltan sapos al exterior, la Rana Gustavo con su gabardina, vaquitas rellenitas, chocolatinas, un equipo de baloncesto femenino, Rosita Carrascal que se dejaba levantar las faldas, Mauricio, el eunuco de Tintín, la Garbo en vaqueros, un torero en paseíllo; y el Papa. Pienso que entre todos me tienen que estar dejando el baño asqueroso de vello púbico; a ver quién limpia.
Se apaga de pronto la ducha y todos nos quedamos fuera porque es el único sitio en el que sigue lloviendo. Creo que se quedan a cenar. Voy a tener que hacer la orejada de los panes y los peces.

Oxford, 21 de julio de 1995

1 En la isla de Chipre, donde se detuvieron para ofrecer un sacrificio a Apolo, le mordió una serpiente. Tan grande fue su dolor, tan grandes sus alaridos y desgarrados sus llantos, que Ulises decidió que se le abandonara en la isla, suponiendo que había llegado su fin. Durante diez años, Filoctetes sobrevivió, alimentándose de bestias salvajes a las que cazaba con el arco que le regaló Heracles y que tenía la propiedad de que nunca fallaba el golpe. Margot Arnaud: La mitología clásica (Nota del editor).
2 Eteocles y Polínices, hijos de Edipo y de Yocasta (...) decidieron que ambos reinarían por turnos sucesivos. Cuando el mandato de Eteocles llegó a su fin, Polínices reclamó el trono, pero su hermano se negó a confiárselo. (...) Eteocles y Polínices se enfrentaron en un combate singular en el que ambos encontraron la muerte. Eteocles tuvo derecho a unos funerales por haber defendido a su patria. Polínices fue dejado insepulto. Margot Arnaud: La mitología clásica (Nota del editor).


POBRE MOSCA


Todo lo dejo a medias. Hace ya mucho tiempo que dejé atrás la idea de acabar las cosas, porque todo está inacabado, nada más hay que veros a vosotros, a los seres humanos. No conseguimos acabar nada o cuando lo acabamos es demasiado pronto: somos abortos. Recuerdo a alguien que murió a los veintiséis años, consciente y sin terror. Desde entonces nada termino, desde entonces nada doy por terminado. El cuento es mío y quiero hablar de un libro, un libro que tiene más de quince años titulado Caballito de madera. Es un libro de un escritor famoso. Cuenta la historia de un peatón que tiene en su casa un caballo de madera, un caballo de balancín en el que se sienta todas las noches un rato después de la cena. El individuo en cuestión está cruzado como un furtivo la frontera de los cuarenta. ¿Cómo acaba ese libro? Acaba con la imagen de ese hombre sentado en su caballito, con los ojos fijos en un punto imaginario de la pared blanca. Luego nada, la vida sigue. El mundo es el sueño de un loco y desde aquí mando excusas y mis respetos para los otros locos. El mundo es el sueño de un loco que despierta en mitad de la noche y no encuentra una luz: entonces crea, crea formas inacabadas que somos los hombres, nos deja en duda. Por eso somos formas que nunca acaban nada, porque nadie puede beber agua si no tiene boca. Y el loco mira hacia arriba, algún instinto o una costumbre le hace buscar la luz mirando hacia arriba. Busca estrellas y sólo encuentra planetas. Murió a los veintiséis años. Tras su muerte me confesaba que había sido feliz, tan feliz como tú, me dijo, tan feliz como el hombre del caballito, tan feliz como el dios loco, como los hombres con cafetera italiana, como los coleccionistas.
Pero me estoy desviando... Cuento otras historias que no son lo que había venido a contar. No quiero contar mi historia, que es una historia de perplejidad más tiempo, ni la historia de la gota de lluvia ni la de la pastilla roja. Yo quería contar la historia de una mosca. La mosca de mi historia pasea por el mundo y ¡zas!, un matamoscas.

Oxford, 23 de julio de 1995

BOLA


Odio ponerme delante del papel y escribir cosas que no quiero escribir. Me apetece escribir un cuento que se titule Bola y como lo que se me ocurre es basura ¿qué hago? Sigo ya el aburrido recurso de delatarme como escritor de cuentos y escribir hasta que venga una idea. Seguro que algún día me pagan por esto. Luego, cuando llega la idea, un par de frases bucólicas y acabo el cuento, pongo el sitio, la fecha, y firmo. Estúpida manía de firmar, si son sólo borradores que hay que pasar a ordenador y trabajar durante horas.
Mierda. Me estoy cogiendo un cabreo a cuento de nada. Y todo porque quería escribir un cuento abstracto con una bola azul, brillante y maciza, de la que no sé contar nada. Estas últimas semanas no acabo uno solo de mis cuentos. Y eso cuando los empiezo, porque si se puede llamar empezar un cuento a estas quince líneas que llevo escritas entonces vamos listos.
Así es que ya que no hay cuento déjenme que les cuente cosas que yo imagino. Veo bolas de diferentes colores y tamaños, colores uniformes y tamaños estandarizados. Las bolas están situadas en un plano abstracto; se mueven en todas direcciones. Déjenme anotar que no hay direcciones, que tienen ustedes que evitar situarlas en cualquier paisaje conocido, aquí en la Tierra, aunque claro, entonces esto sería un relato de marcianos. Pero no estamos en el espacio, olvídense de imaginar estrellitas al fondo porque estamos en un plano abstracto. Simplifiquemos la imagen, quedémonos con la primera de las bolas, con la bola azul, situada en un plano abstracto. Paren ya de imaginarse direcciones porque no existe el movimiento, es decir, en todas las direcciones no existe más que un plano abstracto, no encontrarán más bolas, no encontrarán nada, no existe movimiento. No imaginen, mucho menos, líneas coordenadas dibujadas en el aire -¿quién dijo que hubiera aire?, pueden acaso respirar las bolas?-, no las imaginen porque precisamente son eso, líneas imaginarias, puros convencionalismos de los que las bolas se desentienden. Mientras escribo, sentado en el jardín de casa, coordenadas me acechan malhumoradas, inmóviles junto al columpio, igual que el gato gordo al que ni siquiera hemos puesto nombre. Que por cierto, voy a tener que entrar en la casa, porque se han plantado por sorpresa unas nubes negras con aire limpio y frío del que anuncia tormenta. Ahora viene la parte más difícil: no imaginen a ese plano abstracto de color negro, ni con el típico azul oscurísimo que se le supone al firmamento; no sean tan simplistas como para imaginarlo blanco, blanco como un papel sin coordenadas, ni tan complicados como para imaginar un fondo de colores vivos y profusos. Imagínenlo, ni blanco ni negro, sino todo lo contrario, exactamente así. ¿Por qué ha de tener un plano color o ausencia de él? Ya comienza a llover, no imaginen olores en este plano. Una bola azul quietecita.
Pero... ¿Cual es su fin?, ¿ qué hace esta bola en mitad de mi cuento? ¿Por qué los humanos necesitamos siempre un motivo? Si no hay motivo no hay nada y ya no gusta el cuento, ni a usted ni a nadie. Es curiosa, pero me gusta esa necesidad de justificarlo todo. Aunque ese es un tema más complejo. Yo sólo intentaba mostrar la imagen de esta esfera maciza de color azul en un plano , para que puedas escapar de tus esquemas en los momentos en que realmente lo necesites.
Y ya sé que esto no es un cuento, pero aun así sitúo, dato y firmo:

Oxford, 30 de julio de 1995
Fernando Díaz San Miguel