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ENRIQUE MACÍAS SAINT-GERONS




Ilustración: Carlos J. Cecilia
Valladolid, 1980

 

LA BALADA DE LA SIRENA

Todo era plenamente amargo
en aquella ciudad atormentada
de rayos depravados
porque hasta la lluvia era ácida

Todo era plenamente moderno
en aquella ciudad atormentada
donde los perros ladraban brea
y se hacía el amor por red

y bien lo sabía ella
de profesión sirena
que debía cantar new age
para hacer naufragar a los taxis

Todo era plenamente insulso
en aquella ciudad cucaracha
donde para casi todos heroína
y superman eran lo mismo

y bien lo sabía ella
de profesión sirena
degradación mitológica
todo branquia y corazón

que un día tuvo que enamorarse
de un marinerito greenpeace
bobón aunque comprometido
soñador de mares sin jabón
al que cantó con ávida pasión
antes de ahogarle y devorarle
todo todo, excepto el corazón

y tan pasional fue el canto
para atraer al velero (de quita y pon)
de aquel marinerito greenpeace
bobón aunque comprometido
soñador de mares sin jabón

que un petrolero ruso
o puede que quizás bielorruso
que navegaba haciendo uso
de equilibrios por el horizonte
que al escuchar la tripulación
aquella sensual canción
vino a naufragar hipnótico
entre unos arrecifes de coral
/que eran como tus ojos
mira por donde/
Y tal fue el desastre ecológico
/ya te puedes imaginar
marea negra y focas en almíbar/
que como es perfectamente lógico
hizo que Poseidón /señor del mar/
la montara en un gigante calamar
y de entre las olas, las algas
lejos, lejos, a una triste ciudad
la mandase desterrar /o perdón/
quise decir, más bien, desaguar

Y así vino aquí ella a parar
de profesión sirena
degradación mitológica
todo branquia y corazón

a una ciudad plenamente insulsa
donde las farolas duermen
el sueño del perro asesino

y así vino aquí ella a parar
de piel y escama pasional
exiliada a una urbe sin mar
por negligencia laboral

pero por las noches cuando
aguarda a que un borrachín
temerario, tierno e inconsciente
se tropiece en su charco

plenamente insulso
plenamente moderno

Pero por las noches cuando
amarga canta new age
y por fin descansa entre entrañas
de un taxista amable

plenamente insulso
plenamente moderno

todavía sueña con volver a ver el mar
para saborear salitre de libertad
y dejar de comer infantes infelices
con sabor a humo y chupa chups