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JUAN JOSÉ MEDIAVILLA
Palencia, 1983

 

ELENA, (LE SUBE) LA BILIRRUBINA

De vez en cuando a Elena le da por desmelenarse (aunque sigue sin aceptar lo de bailar con el hilo musical de los supermercados), y entra en una euforia de connotaciones orgásmicas si se emociona o siente algo que la estremece en la calle simplemente.

Esto suele pasar con poquísima frecuencia. Normalmente se controla. Primero ve cómo le llega la bilirrubina, luego mira con detenimiento y si no hay mucha gente o ha bebido champán, toma por buena la alegría y baila, canta o (y esto se da en muy pocas ocasiones) salta.

Así que normalmente se reprime porque hay gente o por algo parecido y empuja a la pobre bilirrubina hacia abajo hasta que está bien sujeta al suelo y esto le suele llevar mucho tiempo y suda y se pone roja. Pasados unos minutos, cuando ya está sola, vuelve a recordar esos momentos y convoca de nuevo a la euforia. Si logra que vuelva se alegra un montón y salta y todo. Pero en la mayoría de los casos a ésa ya no le apetece volver a subir. Entonces a Elena lo que le sube es la tristeza, y a ésta sí que no le puede decir que no; y a veces, entonces, llora.

ELENA, THE BEST OF

Nuevo disco ya a la venta. Elena canta en la ducha. Éxitos como «bailando bajo la lluvia» (con resbalón y todo), «reina de la mantequilla» o «esta boca es mía».

La crítica ha sido unánime: aunque el sonido de miles de gotas contra la loza de la ducha deteriore la gran voz de Elena, le dan un toque de armonía húmeda que sólo ella es capaz de interpretar.

El público aguanta inquieto en el pasillo, la mirada en la puerta del cuarto de baño, esperando a que se abra y salga Elena con toalla (el público preferiría que saliera sin ella). Aplaude sin cesar cuando cierra el agua, escucha cómo tararea los últimos compases de una melodía inventada mientras se seca, la ven salir, la toalla es naranja; distraída mira en derredor y se da cuenta de que el público está ahí. Corre apresurada y avergonzada hasta su habitación y cierra la puerta.

ELENA, LOS CABALLEROS DE BRONCE

Elena tiene un espacio ínfimo, un terreno en el que comer palomitas y soñar con casas altas. Árboles que acarician el suelo, la lengua haciendo cosquillas en el paladar.

La tristeza tiene los días contados, le lanzaré todos mis ataques (Elena llora). Qué raro, nunca había visto una nube así en este terreno. No hay posibilidad, no hay resistencia, ni siquiera hay refuerzos cerca.