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ESTHER SÁNCHEZ HERNÁNDEZ

 

TUS LABIOS

Yo querría describir
la dulce curva de tus labios,
ésa que explica mis delirios,
ésa que resume tus encantos;

Ésa que suavemente asciende
-como un ángel-
toca el paraíso y vuelve
hacia mí para posarse.

Ésa que es fábula de mariposas al vuelo
-si acaso tejes palabras-
y deja entrever el cielo
si me sonríes,
o si un beso se te escapa…

yo querría describirla
pero no puedo,
así que bésame
y deja
que vaya acercándome al misterio.

Wimes, 7 de febrero de 1997.


SI EL AMOR…

Si el amor tuviera palabras,
las tomaría suavemente con los labios
y las prendería con estrellas a tu cuerpo;
para que no volaran de él,
para que quietas se fundieran
con lo más hermoso de mi alma;
CONTIGO.

Wimes, agosto de 1996.

VAGABUNDO

Ojos tristes que me miras de reojo
ojos envueltos de cara,
envueltos de demencia,
envueltos de odio.

Ojos que pides y das,
ojos, ojos tristes,
dónde, extendiendo la mano cabizbajo,
dime, ¿dónde vas?.

Wimes, 9 de diciembre de 1996

NADA PEOR QUE EL SILENCIO

A veces he de hacer un esfuerzo para escribir, porque nada hay peor que el silencio, escribir, digo, no por dar más belleza al mundo -si pudiese-, sino por no callar, por no hacer de mi mente un caldo de cultivo para la desesperanza. A veces pienso que el mundo se recrea en torturarse inútilmente, confiando en los hombres.
Pobres gentes sin pasado y sin futuro que deambulan agotando el suelo con pesos desproporcionados: peso de culpa, de miedos, de angustias y envidias... peso nunca en calma.
A veces quisiera llorarlo todo de una vez, pero no en lágrima pura, sino oscura y profunda, que llevara en ella la pena, y al llorarla, con ella se fuera.
Luego, tras resbalar por la cara pálida se evaporaría con el sol para ser de nuevo nubes y polvo; nube de agua nueva y polvo leve prendido al recuerdo, para no olvidarlo, porque si permanece en la memoria, si lo recordamos, quizá probemos a vivir de otra manera.
Este cansancio me pesa, me pesa la soledad que arrastro, me pesa el miedo, la angustia, me pesan en el alma demasiados dolores humanos, tan humanos, que o los lloro sobre el papel o los callo...estoy ahora donde el llanto no es alivio, sino daño constante y áspero. Por eso escribo a veces, porque el grito del común de los mortales se me ahoga, y algo, debo decir algo.

Wimes, 9 de mayo de 1996