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CARLOS BORREGO

 

DESPEDIDA

Me ha dicho:
me voy en elegancia y una hombría
que no me permite ser descortés.
Sus palabras eran entrecortadas
y el tono de su voz imperceptible.
Se movía en mil ahogos y la expresión
de su rostro fue dura y tensa.
Mi mirada penetró en lo más íntimo
de su fibra sensitiva.
Su historia crecía más y más
en el avanzar por terrenos dolorosos,
amaneciendo en avatares tristes
que envolvían penas de amor.
Alguna vez escuché su voz
en medio de espacios vacíos,
cortando rosas en un jardín
de verdes mutilados.
Respiraba profundamente al pronunciar
un rosario de nombres encadenados
al brillo especial de las letras naturales
en un remanso de vagos planteamientos.
Su cara, oprimida por el viento,
llevaba tristes reflexiones de duda
cuando entrelazados sus dedos
extirpaba sentimientos profanos
que danzaban entre los arcos góticos
de los techos nervados del luminoso salón.
Me ha contado que el cóndor
se ha casado con la golondrina
y va emigrar hacia los Andes
en busca de un paisaje rocoso
que libere su espíritu.