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JAVIER RODRÍGUEZ DEL BURGO
Palencia, 1970

 

INTROITO

Me propongo una larga galería de ensimismamientos para desintoxicarme de la rutina, pero el vacío me golpea en la cabeza con fuerza y desde dentro. La cruda realidad se extiende durante los días de la semana y alarga sus egajosos tentáculos hasta atraparme mientras leo el correo electrónico. tras veces me duelen las rodillas de estar sentado, aunque no tanto como cuando corro. Y, aunque hace tiempo ya que decidí dejar de correr, me levanto con el corazón acelerado, con una angustia que no apaciguan ni los largos paseos ni la fina e invisible pero persistente capa de suntuosa ignorancia que siempre envuelve la ciudad. Recurro entonces a las ensoñaciones, al babeo y a contar con los dedos, pero el poso de la matemática moderna es siempre más poderoso, y me veo envuelto por diagramas de Ben-Euler, a veces tangentes, a veces secantes, casi siempre con flechas que disparan a un conjunto vacío que nunca tiene forma de corazón.

 

LA DUDA METÓDICA

Me he sorprendido mirándome al espejo. Hay cosas peores... También las hay mejores. De pronto decido convertirme en hedonista, pero rápidamente me doy cuenta de que no puedo hacerlo, porque uno no puede Transformarse en algo que ya es. Me pregunto si necesito cambiar para convertirme en lo que soy. No me respondo.

 

ALOPECIA GALOPANTE

La rutina me ha catapultado a la miseria sin piedad, sin avisar y sin permitirme hacer una llamada telefónica. Ahora que veo pasar la vida tras el cristal empañado de la pequeña ventana del olvido, soy consciente de la supina estupidez que rodea al hombre en su estúpida dimensión, y me conformo con que el paso del tiempo no me haga perder el cabello demasiado deprisa.

 

DEMASIADA SOLEDAD

Trato de esconderme de mí mismo, pero me conozco bastante bien, demasiado bien como para no encontrarme en algún bar, en todos los bares. También mis amigos me conocen bien, y mis enemigos, pocos pero fieles, y los camareros, y las camareras, y los dueños de los bares... Aun así, cuando me asalta la terrible necesidad de estar a solas, me acerco a la barra, y mis súplicas son concedidas, y a menudo pienso en lo que no soy y otras veces suplico demasiado.

 

LA TRAMPA (MAYOR)

La trampa no es esa baldosa suelta que salpica cuando llueve y te hace tropezar si vas mirando al cielo. La trampa no es que el botón para apagar el televisor sea rojo, ni las mentiras que nos cuentan los políticos, ni los nombres de los detergentes, ni las ofertas de las grandes superficies. La trampa no es pensar que algún día llegaremos a ser felices, ni que esa felicidad la proporcione tener un dvd home cinema de marca. La trampa no son las cremas antiarrugas ni los lifting, ni la comida vegetariana, ni las grandes editoriales, ni pensar que dentro de tres años nos podremos comprar un deportivo descapotable para ligar con alguna modelo de las que salen en las revistas. La trampa no son los pechos rellenos de silicona, el cerebro vacío de ideas y el corazón en Sotheby’s. La trampa no son las oligarquías que se hacen llamar democracias ni los insensatos que las manejan. La trampa no es tan siquiera proponer la insensatez a referéndum y ganar por mayoría. La trampa, la verdadera trampa que cada día nos persigue y acucia, la trampa mayor... es vivir.

Acacio Puig
Ilustración: Acacio Puig