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DANIELA TARAZONA
Ciudad de México, México, 1975

 

SEIS POEMAS

Bendigo nuestra unión.
Quiero comerme tu piel,


la desgarraré con las uñas
deglutiendo lo que soy en ti.
Soporta corazón.
Te alimentaré de carne
humana y luego,
pasado el sacrificio
Redención.
El grito vivo de los dos.


Envidio al sol
porque en tus párpados habita.
Quiero ser tu saliva virgen,
viajaría deslizándome por tu lengua
perfumando tus labios.
Hay un recuerdo:
está tu voz en mi pecho y en el vientre
tus dedos.
El aire del cuarto sabe a sal.
Me has barnizado,
soy tu forma.
Me mandaste al mundo de los hombres
y mis líneas son las de tu mano.
Cuido el barniz,
lo lamo,
para que no se quiebre,
para que no se quiebre.


Le pedí a Dios que besara tu frente.
Es mi disculpa, el perdón.
Ante la bestialidad no hay remedio:
eres un animal
pero Dios te besará de todos modos.
Con el mismo rito con que me domó,
la misma Gracia.
Le pedí a Dios que besara tu frente
porque yo,
en el abandono de mi cueva,
yo
quisiera besarte como Dios.


Caigo,
resbalo.
Se me olvida la llama y la flor.
Incapaz de mirar encima.
Y maldigo mi suerte,
me quemo las uñas,
rompo mi cuerpo,
lo desmenuzo buscando carne dulce.
Quisiera sacudirme,
quitarme lo sucio,
limpiar con alcanfor
la sangre.
Perdóname querida,
no soy la triste
pero la lágrima escapa y te embarra los
pies.
No quiero que camines en mi agua
¿cómo hago para secar mi sudor?
Anda,
bébelo conmigo.


Detrás del oído te veo.
En medio de la espalda
quedas.

Ay, quisiera besarme a mí misma,
para saberte y no estar
tan triste.

En el corazón tu piel
se está muriendo,
se me muere.

El amor se enfría con el mar,
es así:
tú y yo agonizándonos.


El azar me parió boca arriba
no puedo decir
de los días hasta ahora.
Espero más tiempo
y remendar los huecos,
volver a nacer
mañana
de nuevo.

Aprendí que no hay nadie
sólo mi brillo,
soplarme en la vela
para aliviar el ardor.




Ilustración: José Zazo