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JUAN MANUEL SEPÚLVEDA
Pachuca, México, 1980

 

Tengo ganas de ir al baño, me revienta la vejiga, me abstengo. Me quedo sentado escribiendo, pensando en la metáfora, tratando de engañar a mis esfínteres con el cuento del ahora que termine. ¡Cómo quisiera que esto lo leyera un crítico!, ¡cómo quisiera un estudio preliminar!
Supongamos que me paro y pinto de verde el retrete.
Aquí llega el crítico, se limpia las boqueras y con una voz llena de humo sentencia:

...en los textos de Sepúlveda, en específico en este fragmento, podemos apreciar una intensa búsqueda de la comunión entre el yo poético (Sepúlveda) y la esencia poética que en este caso se nos presenta multicompuesta por el agua (que simboliza la poesía pura), el ácido (que rompe esa concepción de pureza y nos lleva un poco mas allá en la búsqueda de infrarealismo) y por último, eso que le da el color verdoso (que nos enmarca dentro de un espacio completamente natural), elementos fundamentales para definir su poesía. La crisis de identidad que en estos momentos sufre Sepúlveda, nos descubre un insistente deseo de transmisión de su voz, sea en la forma que sea, al mundo terreno...

El crítico se va y me quedo solo, terminando el poema. Mi vejiga me lo implora, ya no aguanto, y esta vez me paro y voy, decido, hasta el aseo para, al menos, intentar justificar esto.

BUSCADORA

Tendida
-espacio reconquistado-
apuntas con la fatalidad de una flecha

Sangre nueva te recorre
Llena de ti
la piel se regocija con la forma que posee

Oh tú buscadora de orgasmos
peregrina de mil cuevas

Oh tú inocente
que entras en la boca de la muerte
para entregar tu ansia
-sustancia que te forma-
y quedas después
derramada
suspendida en tu carne

Te utilizo -ya lo sé-
en todo momento
cuando la hora solitaria sobreviene
cuando el músculo repleto me lo pide
perpetuo éxtasis hasta que termina
la agonía

Ya ves
¿qué haría yo sin ti
pedacito de carne?