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TOMÁS ACOSTA
Navasfrías, Salamanca, 1945

 

I

Este continuo rozar por la materia
dejando huellas que borran otros pasos;
machadianos senderos.
Este rosario en versos que trepidan
de la tierra hacia su cielo, buscando
un vértice- epicentro.
Este navegar consciente entre la vida
al cruzar con la nave de los años
hacia un puerto soñado,
me pierde en el regreso, algo que grita
que la otra orilla es la luz del ocaso
donde no hay recuerdos.
Como astro que se funde por la esquina,
me guiña cada ayer inmediato
de vivencias y hermanos.
Este continuo rozar por la materia
que enciende crudos poemas a mi paso,
me hace bien... me hace daño.

II

Alguna lágrima es dolor amargo.
Cercaré para llegar a su frente
a la golondrina negra, muy negra
en la noche más noche.
Rozaré con alas el terciopelo
de brillo perdido en ese aparente trono
habitando celdas de sospecha
y libre carcelero.
El ser corrompe la luz del viaje
que resbala por la fecunda frente;
la nube se interpone entre la espera
de sombra y sinrazón.
Sin detenerme veo correr el agua
de lágrimas, impetuoso torrente
de solitario náufrago que llega
hacia la paz que oprime.
Grito al carcelero libertador
que empuña la llave y quiere abrirme
esta noche muy noche que me deja
en la patente cárcel.
¡Libertad, libertad! grito al guardián;
Traspaso la cadena de la especie
anónimo al futuro cuando muera.
¡Libertad para ser yo!

MUERTE DE UN COLIRROJO

Oíd el trino primero en la mañana
del colirrojo al aire de la aldea
como anuncia con su voz temprana
que ya es la primavera.

En el breve rincón que ha escogido
lleva prendido de la vida el sueño
de tener un hogar, hacer su nido
y que a éste sea su dueño.

Al cálido círculo el amor vuela
hacia el calor que a la pareja agrada
porque es la llama que por los hijos vela.
¡Qué no exista la nada!

Así el tiempo tomado por medida
retumba en los oídos sus campanas
que ante tan larga y tan corta vida
la historia en ecos mana.

Cierra el día el bien y el mal al despedirse,
todo lo cubre con su negro armiño,
bala de plomo le avanzó el morirse
y procedía de un niño.

Del colirrojo ya nada se espera
habita de la muerte sus honduras
pero del niño tal vez se debiera
arrancar de la guerra las locuras,
sembrar la paz entera.