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FERNANDO DÍAZ SAN MIGUEL
Salamanca, 1974

 

CUENTO PARA EL INVIERNO

Todo se convirtió en un mezquino absurdo, después. A mediados de agosto comenzó a llover, y no era una de esas calmadas, tormentas de verano. Comenzó a llover con desesperanza, como si las nubes sintieran la amargura que hacía brotar el agua de su seno cálido, e hiciese, al tiempo, nacer el frío (cuatro letras y una erre sonora) en mitad de la templanza.

Todo fue como una medida drástica del destino, para paliar el clima de felicidad que iba creciendo de manera alarmante. El agua abrazó la ciudad como un mar de muerte. Todo se hundió en el frío. El rastro de la felicidad se perdió al final de un sueño. Como el sonido del despertador a las puertas del final de la vida, de tu último capítulo.

Así la gente, que había olvidado el nudo que con la muerte nos une, se encontró con las manos vacías, resecas y agrietadas, muertas. No había lágrima que humedeciera las llagas porque las lágrimas queman, así que la humanidad sucumbió al llanto amargamente, en la tenue luz a la que se redujeron los días. Todo comenzó a ser largo y triste, como cuando pierdes tu mejor juguete.

Era diciembre y seguía lloviendo. Amanecía lluvioso, lágrimas dejando correr por la vida diaria dos caminos de agua. Lágrimas cansadas de anochecer cuando toda puesta de sol escondida tras las nubes. Había llegado mayo, cuatro años después, y con él, el olvido comenzó a caer entre las gotas de lluvia. Se había olvidado ya el crepúsculo de la tarde, los amaneceres cristalinos. Letanía del sol. Se había olvidado ya el centro de los primeros momentos de verano. Qué historia tan triste.

El agua corría en riachuelos junto a las aceras, hasta las cloacas como cárceles. De las cloacas salían las ratas para despertar a los niños que lloraban en sueños, que despertaban en un cielo de carboncillo. Tantos años de lluvia, provocaron que el milagro. Las lágrimas secaron el agua, el agua secó la lluvia, y la lluvia secó las lágrimas.

Bajo el sopor insoportable del sol de diciembre, las gentes sonrieron, desconcertadas.