El Zumo de los Días

El Zumo de los Días
El Zumo de los Días

Libro Cero

¿Hay ciclos realmente? ¿No estamos condenados a escribir siempre el mismo poema? Una obra, si lo es de veras, no es sino por la terca reiteración de dos o tres obsesiones.

Octavio Paz: Preliminar a su Obra poética

 

La música acordada

yo nací para esto

nací para robar rosas de las avenidas de la muerte

Charles Bukowski: Culminación del dolor

 

Por fin he comprendido
que nada
merece aquel esfuerzo

no el verso
no la sombra en la tarde
no esos bienes

sensación pura los placeres
se repartirán al viento
entre cenizas
de un cuerpo que fue mío

intentad quitarme
estos besos mortales
la belleza en mis manos
las visiones del sol desmantelado
las palabras ociosas

no podréis
quitarme estas rosas.

 

Tiempo robado

Luz que se repliega sobre sí misma, alcanza gente, magia, por las paredes de la noche, por la niebla de un cuarto, entre la carne y el pedestal, mordedura de tiempo, sobre el meridiano de la tristeza un calor de café, ocio que concede esa visión general de las cosas: como comprenden los niños

 

El amor es algo así, supongo, se prolonga en cielos indiferentes, dolorosamente cáncer, algún amanecer insoportable, tu carne vuelta del revés, tus pestañas comidas por el que se comería hasta tus uñas, muchacha indiferente, estúpida, multiplicador de las duermevelas: ay si pudiera quererla lo justo y necesario

 

El zumo de los días

Salir de aquí por el agujero de una estrella
y alcanzar el lugar donde tú estés,
romper cada broche sin mácula hasta tu residencia,
cada uno de los engarces
que esta vida mía ha venerado,
ungirme de sensación primaria,
ir agotando las posibilidades,
traspasar esa lámpara de luz,
su brillo incandescente,
ese osario que recubren tus muslos,
esa carne generosa que me delataba,
que es toda ilusión, nervio, alegría,
ese calor que alimenta y me obliga al pasado.

A veces me pierdo en una noche,
hay algunas estrellas, sopla un poco de aire,
casi viene hasta mí un silencio antiguo, no hay luna,
y pienso en qué deprisa avanza mi vida,
en cuánto me falta alguien como tú,
que el cielo es una bóveda de papel
y que hay puntos que brillan y son impredecibles.

(Noche del 25 de junio)

Su lectura me trae hasta ti
ahora que otra tarde declina, trae
aquella locura nuestra
que me acerca un paisaje,
también tus mejillas sonrojadas.
Él dice que
la lejanía
se ofrece como un cuadro
en las horas en las que el hombre
a sí mismo se encuentra.
Yo digo que los hombres cambiamos,
que al encontrarnos
perdemos al que fuimos.
Así es como recuerdo
a aquellos dos muchachos,
así los imagino, blandos
sobre la arena blanca del mediodía.
No me permite el tiempo
imaginar sus rostros, mas
así te imaginaba
cuando nos despedimos,
Diótima en el rubor solitario
preguntándote:
¿Cómo pasaron las horas, cómo
mi alma pudo estar serena
ante la verdad de la separación?

(Atardecer del 21 de julio)

© Fernando Díaz San Miguel - Prohibido reproducir total o parcialmente cualquier elemento de esta página sin citar la fuente
El Zumo de los Días